El relato “Un camino para recorrer hacia las estrellas” narra la historia de una persona que consigue ingresar a la NASA y abordar solo una nave que lo lleva a conocer otros mundos.
Disfrutemos del relato completo.
Un camino para recorrer (hacia las estrellas)
Una estrella fugaz se dibuja en el cielo nocturno y, un segundo después, se desvanece. La línea de luz recorre la oscuridad un instante para, luego, perderse entre las estrellas y seguir hacia otro lugar en el universo.
Él la ve. La observa y la admira. Pide un deseo mientras ingresa al edificio en medio del desierto, en mitad de la noche.
Lo recibe la calefacción del lugar y una mujer vestida de azul cobalto.
Deja volar su mente con locas ideas mientras firma un contrato y, luego, otro, y otro más. Anhela su deseo mientras se dirige a la enfermería y un médico lo analiza. Rápidamente concluye el proceso y le dicen que está listo.
Avanza entre dos estrechas paredes que forman un pasillo pequeño y claustrofóbico.
Sale por una puerta diferente de la que entró y su rostro se ilumina con la luz de la luna. Menguante, formando una sonrisa que resplandece blanca.
En la base de unas escaleras le presentan a sus compañeros. Algunos, conocidos de la Academia. Otros, extraños para él.
Ante todos, se tejía la nave en la oscuridad, iluminada por las luces rojas y amarillas del puente que conducía a ella.
Las siete siluetas ascienden por la escalera de mano, con él a la cabeza, con la luna como único testigo.
Al llegar al puente, sin pensarlo dos veces, echa a correr velozmente. Llega directamente a la boca del transbordador, quien se lo traga inmediatamente. Aprieta un interruptor desde adentro y la compuerta se cierra pesadamente, dejando fuera a los otros, desconcertados e impresionados.
Él se viste y se sienta, pensando en un deseo que le dijo, una hora antes, al cielo nocturno, fuera del edificio de la NASA. Un deseo que nadie escuchó y nadie conoce más que él y la luna, y la estrella que se lo llevó muy lejos. Un deseo de libertad. Escapar de ese mundo.
Activa los comandos de la nave y los motores se calientan. Presiona botones de distintos colores, escribe coordenadas en una computadora.
Afuera, sus compañeros golpean la puerta y gritan que se detenga. Inhala aire y tensa los músculos. Su corazón late a mil.
Tira de una palanca, recita una orden y los propulsores rugen. El fuego consume el oxígeno alrededor de la nave rápidamente, mientras el gigantesco vehículo comienza a despegarse del suelo. Sube y sube, hacia las estrellas. Las sombras, fuera de la nave, se alejan y se resguardan del calor que se extiende.
Él pilotea, primero, solo unos minutos, que se convierten en horas. Sale de la atmósfera y ve la Tierra alejarse.
No sabe adónde va. Él solo contra el universo, buscando estrellas fugaces, pidiendo deseos, dejando atrás planetas y lunas sonrientes.
Sin duda, todo un camino para recorrer.
Germán Badallo Randis
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